La lectura del Evangelio de este Primer Domingo de Cuaresma
nos trae dos preguntas. La primera es ¿Por qué fué Jesús tentado por el
diablo? El era el Hijo de Dios. De la misma substancia con el Padre. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. ¿Por qué tenía Jesús que luchar con Satanás?
Jesús fué tentado por
el Demonio por la misma razón que fué bautizado por Juan: porque, aunque El era
Dios, también era un ser humano. Cuando
Jesús vino de Nazaret para ser bautizado
por Juan en el río Jordán, esto se hizo para ser obediente a
la Ley y para hacer la voluntad de Su Padre Celestial. Por supuesto que El no necesitaba la remisión
del pecado—El no tenía pecados. Pero,
Jesús era humano. Y El quería que lo vieran y lo conocieran como si estuviera
compartiendo la experiencia de la gente común y corriente. En la medida que era posible para El, Jesús
quería ser como todo el mundo. Después
de todo, El nos estaba enseñando a vivir, y ¿cuál sería la mejor manera de
hacerlo sino dando el ejemplo?.
Jesús, siendo uno
como nosotros en todas las cosas excepto el pecado, es por eso que se permitió
a si mismo ser tentado por Satanás. Todo
ser humano ha experimentado la seducción del diablo. Todo ser humano ha sido invitado por Satanás
a volverse contra Dios y caminar el sendero del exceso y la arrogancia,
empezando por Adán y Eva en el jardín del Edén.
Uno no sería realmente humano si nunca hubiera tenido contacto con la
atracción del pecado. Es por eso que Jesús fué al desierto: para darle al
demonio la oportunidad, para experimentar la atracción del pecado que infecta a
cada ser humano.
Los Evangelios de
Mateo y de Lucas nos cuentan las tentaciones de Jesús con más detalles que el Evangelio de Marcos. Jesús es tentado tres veces: convertir piedras
en pan como alimento, saltar de lo alto
del templo para que los ángeles pudieran salvarlo de todo daño, y finalmente,
el Demonio le ofrece a Jesús todos los reinos del mundo, si Jesús se inclinara
ante él. Y Jesús resiste todas estas
tentaciones, inclusive cuando estaba en un estado más débil. Jesús fué tentado por el diablo porque El era
un ser humano…y porque Jesús se lo permitió. Esta es la respuesta a la
primera pregunta.
La segunda pregunta
es: ¿por qué cada año, en el Primer Domingo de Cuaresma nos da la Iglesia la
narración de la tentación de Jesús? Porque la Iglesia nos está enseñando que,
durante la Cuaresma, nosotros debemos hacer lo mismo que hizo Jesús; o sea, que
se supone que nosotros debemos enfrentar al demonio cara a cara y enfrentar la
maldad con la que nos amenaza. Se supone
que debemos reconocer la realidad del Demonio y que, sin lugar a dudas nos
persigue. Y finalmente, y esto es muy
importante, tenemos que responder, resistir y rechazar las tentaciones del Demonio. Y no hay un lugar mejor para hacerlo que al
comienzo.
Para la mayoría de nosotros aquí presentes,
reconocer la realidad de Satanás no es
un problema. Pero, Satanás ha tenido
éxito en convencer a más y más gente de que realmente él no existe, lo cual es
el plan de ataque más astuto y peligroso.
Y lo que es más, los ha convencido de que Dios no existe, o que por lo
menos no es importante o pertinente, y que son ellos mismos los que tienen que
decidir lo que es aceptable o no-aceptable, lo que es bueno o no es bueno. Ellos son los únicos que pueden decidir cómo
vivir. Esto se llama relativismo moral,
pero tan fácilmente lo podíamos llamar “La ley de Satanás.” Es esta
siniestra estratagema que nosotros tenemos que rechazar a cualquier precio. Es la Cuaresma la época en que debemos
armarnos con nuestro escudo y espada para defendernos en esta eterna
batalla—realmente una de vida y muerte.
Al
narrarnos la tentación de Jesús al comienzo de cada Cuaresma, la Iglesia nos
está llamando a enfrentar las tentaciones que
afligen a cada uno de nosotros.
La Cuaresma es un desierto espiritual
al que entramos cada año, un lugar donde tenemos que enfrentar la maldad que nos
aflige, desde fuera y desde dentro. A
diferencia de Jesús, nosotros… somos pecadores. Nosotros nos hemos rendido, una y otra vez, en
cosas pequeñas y grandes, a las atracciones que nos destruyen y que
Satanás pone a nuestros pies. Nosotros tenemos, en primer lugar, que
reconocer ésto, y después, tenemos que hacer algo.
Hacerle frente a nuestra tendencia al pecado
no es algo que nosotros hacemos fácilmente; no es algo que hacemos con
entusiasmo. Admitir que hay algo malo en
nuestras vidas es algo de mal gusto.
Tratar de eliminarlo es todavía algo más duro. Pero, a menos que seamos realistas acerca de nuestro problema, seguiremos separados
de la vida que Dios quiere que vivamos; permaneceremos debilitados en nuestro compartir en la vida
de Cristo. Como sucede con la gente que
son adictos a las drogas o alcohol – el primer paso consiste en que ellos admitan que tienen un problema.
Todos somos pecadores…punto. Cada uno de
nosotros, except uno, nació
con la mancha del pecado original. Y que
un ser humano, nuestra amorosa, gloriosa madre María, es un ejemplo brillante
para cada uno de nosotros de cómo vivir nuestras vidas. María tenía una devoción total por su Hijo, y
obediencia a Su voluntad y a la voluntad de su Padre Celestial, aun cuando esto representaba sufrimiento de su parte -
desde el principio, cuando se le dejó saber que iba a tener un hijo a fuera del
matrimonio, hasta el final amargo y agonizante, cuando estuvo al lado de su
Hijo cuando lo azotaban y cuando sufrió una horrible muerte en la cruz. La vida de nuestra Madre en el cielo es la
vida que cada uno de nosotros está llamado a imitar.
Nuestra primera lectura y salmo
responsorial de hoy se refieren al convenio entre Dios y Su pueblo. No es un contrato. Los contratos se refieren a cosas.
Los convenios son acerca de la
gente, acerca de las relaciones. Dios y Su pueblo. Un hombre y su esposa. La Cuaresma es también acerca de
relaciones. No es acerca de cosas. No se refiere al chocolate o a la soda, ni siquiera
a la carne que nos negamos. Es acerca de
nuestras relaciones con el Todopoderoso Dios, y cómo, cuando nos negamos a
nosotros mismos esas comodidades , estamos pasando tiempo en nuestro desierto
spiritual, junto a Jesús, purificándonos, preparándonos para nuestra vida eterna
con Dios y todos los ángeles y santos.
Si usted no ha entrado a su desierto todavía, por favor comience
hoy. Niéguese usted mismo,
rechace a Satanás, fortalezca sus relaciones con Dios. Arrepiéntase y crea en el Evangelio. El fin realmente va a justificar los medios.