Sunday, February 22, 2015

Vayan a su Desierto Espiritual


La lectura del Evangelio de este Primer Domingo de Cuaresma nos trae dos preguntas.  La primera es  ¿Por qué fué Jesús tentado por el diablo?  El era el Hijo de Dios.  De la misma substancia con el Padre.  Dios de Dios, Luz de Luz,  Dios verdadero de Dios verdadero.  ¿Por qué tenía Jesús que luchar con Satanás?

  Jesús fué tentado por el Demonio por la misma razón que fué bautizado por Juan: porque, aunque El era Dios, también era un ser humano.  Cuando Jesús vino de Nazaret para ser bautizado  por Juan en el río Jordán, esto se hizo para ser obediente a la Ley y para hacer la voluntad de Su Padre Celestial.  Por supuesto que El no necesitaba la remisión del pecado—El no tenía pecados.  Pero, Jesús era humano. Y El quería que lo vieran y lo conocieran como si estuviera compartiendo la experiencia de la gente común y corriente.  En la medida que era posible para El, Jesús quería ser como todo el mundo.  Después de todo, El nos estaba enseñando a vivir, y ¿cuál sería la mejor manera de hacerlo sino dando el ejemplo?.

  Jesús, siendo uno como nosotros en todas las cosas excepto el pecado, es por eso que se permitió a si mismo ser tentado por Satanás.  Todo ser humano ha experimentado la seducción del diablo.  Todo ser humano ha sido invitado por Satanás a volverse contra Dios y caminar el sendero del exceso y la arrogancia, empezando por Adán y Eva en el jardín del Edén.  Uno no sería realmente humano si nunca hubiera tenido contacto con la atracción del pecado.  Es por  eso que Jesús fué al desierto: para darle al demonio la oportunidad, para experimentar la atracción del pecado que infecta a cada ser humano.

  Los Evangelios de Mateo y de Lucas nos cuentan las tentaciones de Jesús con más  detalles que el Evangelio de Marcos.  Jesús es tentado tres veces: convertir piedras en pan como alimento,  saltar de lo alto del templo para que los ángeles pudieran salvarlo de todo daño, y finalmente, el Demonio le ofrece a Jesús todos los reinos del mundo, si Jesús se inclinara ante él.  Y Jesús resiste todas estas tentaciones, inclusive cuando estaba en un estado más débil.  Jesús fué tentado por el diablo porque El era un ser humano…y porque Jesús se lo permitió. Esta es la respuesta a la primera pregunta.

  La segunda pregunta es: ¿por qué cada año, en el Primer Domingo de Cuaresma nos da la Iglesia la narración de la tentación de Jesús?  Porque la Iglesia nos está enseñando que, durante la Cuaresma, nosotros debemos hacer lo mismo que hizo Jesús; o sea, que se supone que nosotros debemos enfrentar al demonio cara a cara y enfrentar la maldad con la que nos amenaza.  Se supone que debemos reconocer la realidad del Demonio y que, sin lugar a dudas nos persigue.  Y finalmente, y esto es muy importante, tenemos que responder, resistir y rechazar  las tentaciones del Demonio.  Y no hay un lugar mejor para hacerlo que al comienzo.

  Para la mayoría de nosotros aquí presentes, reconocer la realidad de Satanás   no es un problema.  Pero, Satanás ha tenido éxito en convencer a más y más gente de que realmente él no existe, lo cual es el plan de ataque más astuto y peligroso.  Y lo que es más, los ha convencido de que Dios no existe, o que por lo menos no es importante o pertinente, y que son ellos mismos los que tienen que decidir lo que es aceptable o no-aceptable, lo que es bueno o no es bueno.  Ellos son los únicos que pueden decidir cómo vivir.  Esto se llama relativismo moral, pero tan fácilmente lo podíamos llamar “La ley de Satanás.”   Es esta siniestra estratagema que nosotros tenemos que rechazar a cualquier precio.  Es la Cuaresma la época en que debemos armarnos con nuestro escudo y espada para defendernos en esta eterna batalla—realmente una de vida y muerte.                                                 

     Al narrarnos la tentación de Jesús al comienzo de cada Cuaresma, la Iglesia nos está llamando a enfrentar las tentaciones que  afligen a cada uno de nosotros.  La Cuaresma es un desierto espiritual al que entramos cada año, un lugar donde tenemos que enfrentar la maldad que nos aflige, desde fuera y desde dentro.  A diferencia de Jesús, nosotros… somos pecadores.  Nosotros nos hemos rendido, una y otra vez, en cosas pequeñas y grandes, a las atracciones que nos destruyen y que Satanás  pone a nuestros pies.  Nosotros tenemos, en primer lugar, que reconocer ésto, y después, tenemos que hacer algo.

  Hacerle frente a nuestra tendencia al pecado no es algo que nosotros hacemos fácilmente; no es algo que hacemos con entusiasmo.  Admitir que hay algo malo en nuestras vidas es algo de mal gusto.   Tratar de eliminarlo es todavía algo más duro.  Pero, a menos que seamos realistas  acerca de nuestro problema, seguiremos separados de la vida que Dios quiere que vivamos; permaneceremos  debilitados en nuestro compartir en la vida de Cristo.  Como sucede con la gente que son adictos a las drogas o alcohol – el primer paso consiste  en que ellos admitan que tienen un problema. Todos somos pecadores…punto.  Cada uno de nosotros, except uno, nació con la mancha del pecado original.  Y que un ser humano, nuestra amorosa, gloriosa madre María, es un ejemplo brillante para cada uno de nosotros de cómo vivir nuestras vidas.  María tenía una devoción total por su Hijo, y obediencia a Su voluntad y a la voluntad de su Padre Celestial, aun cuando  esto representaba sufrimiento de su parte - desde el principio, cuando se le dejó saber que iba a tener un hijo a fuera del matrimonio, hasta el final amargo y agonizante, cuando estuvo al lado de su Hijo cuando lo azotaban y cuando sufrió una horrible muerte en la cruz.  La vida de nuestra Madre en el cielo es la vida que cada uno de nosotros está llamado a imitar.

     Nuestra primera lectura y salmo responsorial de hoy se refieren al convenio entre Dios y Su pueblo.  No es un contrato.  Los contratos se refieren a cosas.  Los convenios son acerca de la gente, acerca de las relaciones.  Dios y Su pueblo.  Un hombre y su esposa.  La Cuaresma es también acerca de relaciones.  No es acerca de cosas.  No se refiere al chocolate o a la soda, ni siquiera a la carne que nos negamos.  Es acerca de nuestras relaciones con el Todopoderoso Dios, y cómo, cuando nos negamos a nosotros mismos esas comodidades , estamos pasando tiempo en nuestro desierto spiritual, junto a Jesús, purificándonos, preparándonos para nuestra vida eterna con Dios y todos los ángeles y santos.  Si usted no ha entrado a su desierto todavía, por favor comience hoy.  Niéguese  usted mismo,  rechace a Satanás, fortalezca sus relaciones con Dios.  Arrepiéntase y crea en el Evangelio.  El fin realmente va a justificar los medios.

 

                                                             

 

 

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